sábado, 6 de enero de 2018

F DE SAN FOUTIN

Enrique López Gosálbez



Desde la noche de los tiempos, el hombre ha sentido la imperiosa necesidad de practicar toda suerte de rituales para recuperar la virilidad perdida o la capacidad para engendrar. La mayoría de estos ceremoniales mágicos se fundamentan en el poder curativo de la imagen del pene erecto o falo, y podemos encontrar una gran cantidad de referencias acerca de ellos desde el Paleolítico Superior hasta nuestros días. Los rituales fálicos se instituyen alrededor del  culto a  una divinidad que se caracteriza por exhibir un gran miembro erecto y ser capaz de restablecer la potencia sexual masculina a través de su benéfica influencia, bien por medio de sacrificios, oraciones, pócimas y ofrendas, u otras fórmulas tan variadas como ilimitada resulta ser la imaginación y la fe de sus creyentes. Estas deidades gozaban de gran respeto y veneración entre los antiguos egipcios bajo el nombre de Min, Khem o Amón, o Dionisios y Baco entre los griegos y asirios, o como Príapo entre los romanos.

Al igual que con todas las creencias y tradiciones profundamente arraigadas en el pueblo, el cristianismo primitivo supo transformar convenientemente a estos dioses paganos en santos imposibles merced a un prolífico sincretismo. Estos santos fálicos adornan profusamente el panteón hagiográfico cristiano bajo la advocación de San Ters de Amberes, los Santos médicos Cosme y Damián, San Guenolé, San René de Anjou  y muchos otros.

De entre todos ellos destaca San Foutin por su gran popularidad y por la intensa devoción que despertó en su época. Al parecer fue el primer obispo de Lyon y subió a los altares por su milagrosa capacidad para curar la impotencia masculina y lograr la fertilidad de las mujeres. Las imágenes de San Foutin tenían practicado un orificio a la altura de los genitales por el que se introducía una estaca labrada con la forma del miembro viril. Era habitual derramar sobre este falo el vino joven del año ofreciéndole las correspondientes libaciones rituales. Igualmente, las mujeres hacían rogativas para tener descendencia o para reanimar sexualmente a sus maridos rascando virutas de él y bebiéndolas en infusión. Cuando la verga milagrosa se desgastaba, volvían a insertar una estaca nueva y vuelta a empezar. Esta tradición continuó practicándose bien entrado el siglo XVIII hasta que fue cayendo en desuso, sin embargo,  en la Bretaña francesa sigue hablándose de las virutas milagrosas de san Foutin e incluso hay quien dice haber conocido algún Foutin o alguna Foutine bautizados así como homenaje y ofrenda a la actividad milagrosa de este Santo Extraoficial.



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