Básicamente, EL BIDÉ consiste en un recipiente bajo generalmente hecho de porcelana y provisto de agua corriente y un desagüe. Por medio de un sistema de grifería se consigue que el líquido elemento pueda manar desde una hilera de orificios laterales o desde un difusor central que emite un chorro a presión. Su función consiste en facilitar la limpieza de los genitales, el perineo y la zona anal, por medio de un agradable y cómodo baño de asiento. Se atribuye su invención a los franceses y su denominación popular proviene de la lengua francesa (bidet: caballo pequeño, jaca).
Si
bien el bidé ha resultado ser una pieza fundamental entre los complementos
sanitarios de los cuartos de baño occidentales, en la actualidad existe una agria
controversia sobre su utilidad práctica. Mientras los promotores de su
desaparición argumentan que la ducha reemplaza y supera con creces los
supuestos beneficios de la clásica bacinilla, los apologetas del bidé defienden su utilización
bajo cualquier circunstancia puesto que merced a su ingeniosa mecánica se puede
recurrir a él de manera repetida en sus
diferentes servicios sin necesidad de
proceder a la ducha completa en cada uno de estos singulares usos. Incluido el
uso recreativo que le dan algunas damas liberales, amén de otros usos espurios
pero igualmente refrescantes que nuestra imaginación puede dictarnos.
Pese a que algunos constructores modernos no lo
incluyen en sus cuartos de baño (posiblemente por falta de espacio), es de
señalar el hecho de que existe un amplio mercado de dicha pieza higiénica
especialmente en extremo oriente, habiéndose incorporado a su diseño las funciones de
aclarado y secado así como otras prestaciones programables electrónicamente. ¿Podemos
afirmar que el bidé ha muerto, o goza por el contrario de una espléndida salud?
¿Cuál es tu opinión, Bidé sí, o Bidé no?.
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