sábado, 23 de diciembre de 2017

SILVIA PEÑA



          


   ¿Qué puedo decir de Silvia sin hablar de nuestros gloriosos treinta años?. Ella la rubia, yo la morena, aunque no hijas del pueblo de Madrid precisamente. Cuando la conocí, sólo cantaba en la ducha y en la playa con su guitarra para el placer y la satisfacción absoluta de sus amigos. Y a todos, sin excepción, nos encandilaba su voz portentosa, esa voz clara, sensual, de timbre único, cálido y bien modulado.



              Rondábamos los 30 y yo no podía entender por qué no se dedicaba profesionalmente a la música, en lugar de sobrevivir con trabajos esporádicos, ingratos y mal pagados. Si nos hubiera pillado en esta época, creo que habría sido capaz de arrastrarla yo misma a Operación Triunfo o a La Voz. Aunque tengo que decir que esto también habría sido una misión imposible por su indómita manera de ser: Anticonvencional, antisistema, anti-todo… Y mira tú por dónde, y en plan un poco groupie, trabamos amistad con algunos jóvenes músicos de jazz españoles que por aquellos entonces se dejaban caer por Alicante, cuando en Alicante (¿¡!?)  la música gustaba mucho y existían varios locales que programaban música en vivo, como Jamboree, Desafinado o Decoy. Así fue como conocimos a músicos de la talla de Richi Ferrer (uno de los contrabajistas acompañante de Pedro Iturralde o Chano Domínguez, entre otros), al guitarrista Ximo Tébar o al saxofonista Perico Sambeat, todos ellos valencianos para más señas.



              Silvia y yo éramos amigas y compinches inseparables y no había circuito de festivales de jazz en España que no recorriésemos, o garito musical en Alicante que no frecuentásemos (y cerráramos, que todo hay que decirlo). Y ella seguía cantando… en la ducha. Pero como en uno de esos cuentos de autosuperación que están tan de moda, poco a poco fue dándose cuenta de la joya dormida que habitaba en su voz única y, saliendo de un letargo hecho a partes iguales de timidez y falta de seguridad en sí misma, se dedicó, por fin, a despertarla, a cultivarla, a educarla.



              Hoy en día, ya entregada plena y profesionalmente a la música, vive de su voz prodigiosa,  maravillándonos a todos los que la escuchamos cuando la comparte con nosotros, haciéndonos vibrar de emoción, de alegría, de tristeza o de todo a la vez. 


              Yo también quiero compartirla con vosotros y por eso os dejo aquí algunos cachitos de su arte.









MOUSSE DE CANGREJO Y AGUACATE (*)



            “Casi todas las mousses – ó espumas – se hacen con la misma receta básica, sólo cambia el ingrediente que les da el sabor, en este caso cangrejo y aguacate. La mousse es una manera discreta de entrar en los preámbulos del menú y del amor, se puede preparar con cierta anticipación y es liviana. Esta receta de dos colores, además de ser elegante, tiene la ventaja de que se hace con anticipación y así usted puede recibir a su amante sin sobresaltos culinarios de última hora.





Ingredientes (para dos personas)


              1 taza de salsa blanca (bechamel)

              ½ taza de mayonesa

              1 taza de pulpa de cangrejo cocida y deshecha

              1 aguacate mediano maduro

              1 cucharadita de jugo de limón

              3 hojas de colapez (o 3 cucharaditas de gelatina en polvo)

              1 taza de crema

              3 cucharadas de agua

              3 cucharadas de jerez

              1 pizca de salsa picante

              Sal y pimienta

 















Preparación


              Mezcle la salsa blanca fría con la mayonesa. Disuelva bien el colapez o la gelatina en el agua con jerez hirviendo. Vierta sobre lo anterior (colada) y revuelva bien. Separe en dos partes. A una mitad le agrega el cangrejo aliñado con sal, pimienta, limón y salsa picante. A la otra mitad le pone el aguacate molido con la crema, pimienta, sal y limón.


              Pase un poco de aceite de oliva por las paredes y el fondo de un molde, coloque la mousse de cangrejo y aplástela con una cuchara para emparejarla. Vierta cuidadosamente la mousse de aguacate encima y reparta bien para que no quede aire, pero sin que se mezclen. Ponga a la nevera por dos horas hasta que endurezca. Desmolde y sirva adornada con hojas de lechuga y rodajas de limón.”





(*) Tomado del libro de Isabel Allende “Afrodita. Cuentos, Recetas y Otros Afrodisíacos”. Editorial Plaza y Janés, Barcelona 1997 (p. 266)


E de ESCOTE

Enrique López Gosálbez


Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, el término escote hace referencia a la escotadura y en especial a la de los vestidos de mujer que deja descubierta parte de la espalda o el pecho. Igualmente y por extensión, es la parte del busto que queda descubierto por estar escotado el vestido.



Si hacemos caso a la definición dada por la Federación Internacional de Asociaciones de Anatomistas, el escote haría referencia, como parte del cuerpo, al denominado surco intermamario más vulgarmente conocido como canalillo. En cualquier caso, queda bien claro que el escote es un referente erótico de primera magnitud en la medida que realza y subraya la belleza del busto femenino de forma rotunda y eficaz por encima de cualquier otra parte del cuerpo de la mujer. Ante un generoso escote sucumbe de manera inevitable y fatal la capacidad de resistencia de cualquier varón y todas sus miradas y pensamientos van a perderse inexorablemente en él, obnubilando tanto su capacidad analítica como su raciocinio.



 Por ello cabe inferir que el uso de ciertos escotes por parte de la mujer no es cosa inocente ni casual, sino que persigue objetivos estratégicos muy diversos, algunos confesables y otros menos. En “manos” de algunas mujeres cruelmente calculadoras, el escote puede llegar a ser un arma disuasoria, un método infalible para controlar la situación o el recurso más enérgico para concitar la atención de cualquier audiencia masculina. Puede ser una promesa, un gesto de seducción, un signo de fortaleza y dominio, un asalto al pudor hipócrita y santurrón del arrogante macho. Una manera soberbia de descolocarlo, de reducirlo al estado de zombi babeante. Ante un escote temerario, los hombres no saben cómo reaccionar, qué hacer, ni hacia dónde mirar. Se extravían entre el deseo y el deber, entre el principio del placer y el principio de la realidad como decía Freud. Qué gran invento el escote y que pericia concluyente la que es capaz de desplegar la mujer audaz para desarmar las frágiles defensas de la virilidad simplemente con un gesto, con un subterfugio indumentario elemental pero definitivo. 


NIGHTMARE BEFORE CHRISTMAS



            La idea de Pesadilla antes de Navidad comenzó a tomar forma en la mente de Tim Burton cuando vio en una tienda cómo retiraban la mercancía de Halloween para sustituirla por la de Navidad. Tim Burton tenía planeado dirigir la peli personalmente pero estaba terminando el rodaje de Batman Returns  por lo que tuvo que confiar la dirección a Henry Selick. Para su producción, Tim Burton consiguió reunir a un grupo escogido de animadores y artistas y fundó una compañía llamada Skellington Studios. El guion original fue adaptado por Michael McDowell y Caroline Thompson. En esta  película se utilizó una laboriosa técnica de animación llamada stopmotion y fue la primera de una serie de películas de Tim Burton que recurrió a  este estilo. 


        Una vez que los bocetos iniciales de los distintos personajes fueron aprobados definitivamente, comenzaron a construirse a media escala las maquetas de cartón, que serían utilizadas de guía para la elaboración de los escenarios finales. A menudo, el equipo tuvo que improvisar soluciones creativas a los problemas que iban apareciendo durante la producción. Uno de los más complejos fue el dotar a los personajes de las distintas expresiones que se ven en la película y especialmente hacerlos hablar (y cantar). Algunas marionetas tenían bocas que se movían manualmente, mientras que las de los personajes principales, como Jack  tenían cientos de cabezas reemplazables con expresiones diferentes, con lo que se pudo conseguir un amplio rango de expresiones. Con esta técnica artesanal, la filmación fue bastante lenta y tediosa: tardaron cerca de 3 años en terminarla. El equipo tuvo que ser muy cuidadoso en el manejo de los escenarios y de las marionetas, ya que un simple golpe podía arruinar la toma, y esto hubiera supuesto tener  que comenzar de cero.


        Al final de la producción del filme, los escenarios y marionetas tuvieron diferentes destinos. Henry Selick tiene varios de ellos en su colección personal, y algunos de los animadores conservaron parte de las marionetas. Muchos de los elementos fueron reciclados para ser usados en otras películas. La Ciudad de Halloween puede ser vista actualmente en la escalera que conduce al primer piso del Planet Hollywood de Disney Springs (Orlando, Florida).

(Resumido y adaptado desde la Wikipedia)