¿Qué puedo decir de Silvia sin
hablar de nuestros gloriosos treinta años?. Ella la rubia, yo la morena, aunque
no hijas del pueblo de Madrid precisamente. Cuando la conocí, sólo cantaba en
la ducha y en la playa con su guitarra para el placer y la satisfacción
absoluta de sus amigos. Y a todos, sin excepción, nos encandilaba su voz
portentosa, esa voz clara, sensual, de timbre único, cálido y bien modulado.
Rondábamos
los 30 y yo no podía entender por qué no se dedicaba profesionalmente a la música,
en lugar de sobrevivir con trabajos esporádicos, ingratos y mal pagados. Si nos
hubiera pillado en esta época, creo que habría sido capaz de arrastrarla yo
misma a Operación Triunfo o a La Voz. Aunque tengo que decir que esto también
habría sido una misión imposible por su indómita manera de ser:
Anticonvencional, antisistema, anti-todo… Y mira tú por dónde, y en plan un
poco groupie, trabamos amistad con algunos jóvenes músicos de jazz españoles
que por aquellos entonces se dejaban caer por Alicante, cuando en Alicante
(¿¡!?) la música gustaba mucho y existían
varios locales que programaban música en vivo, como Jamboree, Desafinado o
Decoy. Así fue como conocimos a músicos de la talla de Richi Ferrer (uno de los
contrabajistas acompañante de Pedro Iturralde o Chano Domínguez, entre otros),
al guitarrista Ximo Tébar o al saxofonista Perico Sambeat, todos ellos
valencianos para más señas.
Silvia
y yo éramos amigas y compinches inseparables y no había circuito de festivales
de jazz en España que no recorriésemos, o garito musical en Alicante que no
frecuentásemos (y cerráramos, que todo hay que decirlo). Y ella seguía
cantando… en la ducha. Pero como en uno de esos cuentos de autosuperación que
están tan de moda, poco a poco fue dándose cuenta de la joya dormida que
habitaba en su voz única y, saliendo de un letargo hecho a partes iguales de
timidez y falta de seguridad en sí misma, se dedicó, por fin, a despertarla, a
cultivarla, a educarla.
Hoy
en día, ya entregada plena y profesionalmente a la música, vive de su voz prodigiosa,
maravillándonos a todos los que la
escuchamos cuando la comparte con nosotros, haciéndonos vibrar de emoción, de
alegría, de tristeza o de todo a la vez.
Yo
también quiero compartirla con vosotros y por eso os dejo aquí algunos cachitos
de su arte.