sábado, 23 de diciembre de 2017

E de ESCOTE

Enrique López Gosálbez


Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, el término escote hace referencia a la escotadura y en especial a la de los vestidos de mujer que deja descubierta parte de la espalda o el pecho. Igualmente y por extensión, es la parte del busto que queda descubierto por estar escotado el vestido.



Si hacemos caso a la definición dada por la Federación Internacional de Asociaciones de Anatomistas, el escote haría referencia, como parte del cuerpo, al denominado surco intermamario más vulgarmente conocido como canalillo. En cualquier caso, queda bien claro que el escote es un referente erótico de primera magnitud en la medida que realza y subraya la belleza del busto femenino de forma rotunda y eficaz por encima de cualquier otra parte del cuerpo de la mujer. Ante un generoso escote sucumbe de manera inevitable y fatal la capacidad de resistencia de cualquier varón y todas sus miradas y pensamientos van a perderse inexorablemente en él, obnubilando tanto su capacidad analítica como su raciocinio.



 Por ello cabe inferir que el uso de ciertos escotes por parte de la mujer no es cosa inocente ni casual, sino que persigue objetivos estratégicos muy diversos, algunos confesables y otros menos. En “manos” de algunas mujeres cruelmente calculadoras, el escote puede llegar a ser un arma disuasoria, un método infalible para controlar la situación o el recurso más enérgico para concitar la atención de cualquier audiencia masculina. Puede ser una promesa, un gesto de seducción, un signo de fortaleza y dominio, un asalto al pudor hipócrita y santurrón del arrogante macho. Una manera soberbia de descolocarlo, de reducirlo al estado de zombi babeante. Ante un escote temerario, los hombres no saben cómo reaccionar, qué hacer, ni hacia dónde mirar. Se extravían entre el deseo y el deber, entre el principio del placer y el principio de la realidad como decía Freud. Qué gran invento el escote y que pericia concluyente la que es capaz de desplegar la mujer audaz para desarmar las frágiles defensas de la virilidad simplemente con un gesto, con un subterfugio indumentario elemental pero definitivo. 


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