Enrique López Gosálbez (Sexólogo)
El himen es un una delgada membrana de tejido
conjuntivo localizada alrededor de la abertura vaginal y que la cierra
parcialmente. Al parecer, esta membrana actúa como una especie de protección
frente a ciertas enfermedades infecciosas durante la infancia ya que la mujer
no desarrolla sus propias defensas vaginales hasta la pubertad. Sin embargo, algunas
culturas sexistas otorgan un alto valor simbólico al pellejito de marras como
signo de honestidad, convirtiéndolo en un referente de discriminación y
represión de la sexualidad femenina.
Curiosamente, esta moral puritana dio paso en nuestra
Edad de Oro a una inusitada proliferación de manos expertas en el delicado arte
de remendar virgos de las que tan llena a rebosar se encuentra nuestra literatura
clásica. Entre todas ellas, la más grande e inmortal fue la madre Celestina, trotaconventos,
hechicera y hábil reconstructora de virtudes perdidas. Pero no le fueron a la
zaga eminentes brujas y parteras como Eritea, de la que nos habla Juan del
Encina en su Égloga de Plácida y Vitoriano (1513) que se vanagloriaba de su
pericia como zurcidora de jovencitas inquietas: “si quantos virgos he fecho / tantos tuviesse ducados, / no cabrían
hasta el techo/”. O la famosa “Corneja” de la Tragicomedia de Polidoro
y Casandrina, o la bella Lozana, prostituta experimentada en el arte del
pespunte y que pasó a la historia en 1528 merced a la obra de Francisco
Delicado.
Pero,
cosas del destino, en nuestra sociedad reposmoderna digital y milenarista no
ganamos para sorpresas y para pasmo general (o no), se ha revalorizado la muy
antigua profesión de alcahuete remendador. Por dos o tres mil euros, cualquier
cirujano avezado en estas lides te puede practicar una himenoplastia y dejarte
como nueva. La bondad de los resultados varía de acuerdo con la técnica
utilizada y esta depende del destino práctico que quiera darle la usuaria al
neohímen. Si quedan restos del original pueden unirse temporalmente pero no
puede transcurrir mucho tiempo hasta el momento de la desfloración (hermosa
palabra). En el caso de que no hubiera material suficiente para este tipo de
reconstrucción, los cirujanos utilizan un material orgánico que puede romperse
con cierta facilidad: el Alloplant, o directamente crean una membrana vascularizada
para que pueda sangrar durante el acto y en el colmo de la sofisticación, puede
incluirse una pequeña capsula gelatinosa de una sustancia parecida a la sangre.
En última instancia, se puede optar por una cirugía plástica vaginal más seria
en la que se reconstruye a partir del epitelio vaginal un himen menos fungible que los
anteriores.
Y todo
esto para qué. Sabemos que aproximadamente una de cada mil mujeres carece de
himen de manera natural y que entre un treinta y un cuarenta por ciento de las
mujeres no sangran durante el primer coito. Dos mitos por el precio de uno al
servicio de la hipocresía machista, la discriminación moralista patriarcal y la
violencia institucionalizada del patriarcado sobre la sexualidad femenina: el
de la castidad garantizada a través de la prueba del algodón y el del orgullo
machirulo de tener la polla como una broca del 18. Entre tanto, algunos cirujanos
están haciendo su agosto para tranquilidad de padres supernumerarios con hijas
casaderas que han sufrido un placentero desliz, para damas pías con tendencia a
la distracción, o (y esto es lo más inquietante) para mujeres de culturas
violentamente sexistas que quieren evitar males mayores o esclavas sexuales con
las que comercian las redes de trata de personas.
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