lunes, 2 de abril de 2018

H de HIMEN

Enrique López Gosálbez (Sexólogo)

El himen es un una delgada membrana de tejido conjuntivo localizada alrededor de la abertura vaginal y que la cierra parcialmente. Al parecer, esta membrana actúa como una especie de protección frente a ciertas enfermedades infecciosas durante la infancia ya que la mujer no desarrolla sus propias defensas vaginales hasta la pubertad. Sin embargo, algunas culturas sexistas otorgan un alto valor simbólico al pellejito de marras como signo de honestidad, convirtiéndolo en un referente de discriminación y represión de la sexualidad femenina.

Curiosamente, esta moral puritana dio paso en nuestra Edad de Oro a una inusitada proliferación de manos expertas en el delicado arte de remendar virgos de las que tan llena a rebosar se encuentra nuestra literatura clásica. Entre todas ellas, la más grande e inmortal fue la madre Celestina, trotaconventos, hechicera y hábil reconstructora de virtudes perdidas. Pero no le fueron a la zaga eminentes brujas y parteras como Eritea, de la que nos habla Juan del Encina en su Égloga de Plácida y Vitoriano (1513) que se vanagloriaba de su pericia como zurcidora de jovencitas inquietas: “si quantos virgos he fecho / tantos tuviesse ducados, / no cabrían hasta el techo/”. O la famosa “Corneja” de la Tragicomedia de Polidoro y Casandrina, o la bella Lozana, prostituta experimentada en el arte del pespunte y que pasó a la historia en 1528 merced a la obra de Francisco Delicado.

        Pero, cosas del destino, en nuestra sociedad reposmoderna digital y milenarista no ganamos para sorpresas y para pasmo general (o no), se ha revalorizado la muy antigua profesión de alcahuete remendador. Por dos o tres mil euros, cualquier cirujano avezado en estas lides te puede practicar una himenoplastia y dejarte como nueva. La bondad de los resultados varía de acuerdo con la técnica utilizada y esta depende del destino práctico que quiera darle la usuaria al neohímen. Si quedan restos del original pueden unirse temporalmente pero no puede transcurrir mucho tiempo hasta el momento de la desfloración (hermosa palabra). En el caso de que no hubiera material suficiente para este tipo de reconstrucción, los cirujanos utilizan un material orgánico que puede romperse con cierta facilidad: el Alloplant, o directamente crean una membrana vascularizada para que pueda sangrar durante el acto y en el colmo de la sofisticación, puede incluirse una pequeña capsula gelatinosa de una sustancia parecida a la sangre. En última instancia, se puede optar por una cirugía plástica vaginal más seria en la que se reconstruye a partir del epitelio vaginal  un himen menos fungible que los anteriores.


        Y todo esto para qué. Sabemos que aproximadamente una de cada mil mujeres carece de himen de manera natural y que entre un treinta y un cuarenta por ciento de las mujeres no sangran durante el primer coito. Dos mitos por el precio de uno al servicio de la hipocresía machista, la discriminación moralista patriarcal y la violencia institucionalizada del patriarcado sobre la sexualidad femenina: el de la castidad garantizada a través de la prueba del algodón y el del orgullo machirulo de tener la polla como una broca del 18. Entre tanto, algunos cirujanos están haciendo su agosto para tranquilidad de padres supernumerarios con hijas casaderas que han sufrido un placentero desliz, para damas pías con tendencia a la distracción, o (y esto es lo más inquietante) para mujeres de culturas violentamente sexistas que quieren evitar males mayores o esclavas sexuales con las que comercian las redes de trata de personas. 


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