Vaya por delante en este artículo
que no soy dada a la crítica gastronómica, fundamentalmente por una cuestión de
gustos: lo que a mí me transporta al séptimo cielo de los sabores a vosotros
puede pareceros la guarrería más grande del mundo, y viceversa. También me
horroriza lo de sacarle fotitos a las cosas que como (tampoco se las saco a lo que… en fin, ya me
entendéis). La comida es arte efímero y como tal debe ser etérea, esfumarse,
pasar del plato a la boca dejando su impresión sublime e indeleble sólo en las
papilas gustativas, no en la retina, que puede ser cosa engañosa. Así que no
suelo expresar públicamente mi opinión sobre lo que me gusta o me disgusta en
materia de restaurantes (además, que un mal día lo tiene cualquiera, hasta
Ferrán Adriá, seguro).
Pero
hoy voy a hacer una excepción y a recomendaros uno que adoro por motivos más
allá de los estrictamente culinarios. Se trata del “Baeza&Rufete” y está en
la playa de San Juan. Es de lo mejorcito que puede encontrarse en Alicante y
desde luego se merecería una estrella Michelín por la originalidad, la textura
y el sabor de sus platos, y por el buen hacer de su personal capitaneado por el
chef Joaquín Baeza Rufete que siempre recibe a sus clientes como si de amigos
íntimos se tratara haciéndoles sentir tan a gusto como en el salón de sus
propias casas. Si no tiene ya la dichosa estrellita debe de ser porque sus
instalaciones se limitan a un recinto muy pequeño y a una terraza no demasiado
grande cubierta por una simple carpa. Tal y como reconocen los propios inspectores
de la Guía Michelín en sus reseñas de 2016 es “algo sencillo en sus
instalaciones, pues básicamente es una terraza cerrada, pero con un nivel
gastronómico sensacional. Cocina alicantina actualizada en técnica y producto”.
De hecho, Joaquín fue elegido Mejor Cocinero del Año, 2014, en el Salón
Alimentaria de Barcelona.
Creo
que he mencionado que mi simpatía por este lugar nace de razones que
trascienden las puramente alimenticias. Me explicaré. Mi marido Enrique, que es
una persona maravillosa es al mismo tiempo un ser repleto de achaques y
problemas físicos de toda la vida, no necesariamente mortales pero sí muy
preocupantes y dolorosos. Por esta razón, ha pasado en innumerables ocasiones
por el quirófano y sufrido intervenciones de gravedad variable. La primera vez
que fue intervenido, ya hace muchos años, tuvimos la ocurrencia, el mismo día
en que debía ingresar en el hospital, de homenajearnos con una comilona en el
mejor restaurante que pudimos permitirnos. En esta ocasión elegimos el
“Valencia 11”. Ninguno de los dos se lo dijo al otro, pero lo hicimos por si
acaso era la última. Y mantuvimos esta costumbre en el tiempo. Justamente hace
ahora dos años, concretamente en junio de 2016, el restaurante escogido fue el
“Baeza&Rufete”, que ya conocíamos de sobra pero al que quisimos volver para
“celebrar” el dudoso evento de su enésima intervención de espalda. Naturalmente
no nos defraudó ni entonces ni en ninguna de las incontables veces en las que
hemos estado. A este magnífico ágape de “despedida” le siguió la operación y un
mes infernal de complicaciones hospitalarias sin cuento hasta que por fin
salimos del trance. Y para olvidar la pesadilla, volvimos a las exquisiteces de
Joaquín, mi pobre marido con muletas y yo con la moral un tanto maltrecha. Pero
al fin y al cabo, pudimos volver. De ahí mi cariño por este establecimiento al
que sin duda considero uno de los mejores restaurantes de Alicante y
alrededores.
Podía
contaros que su bodega es más que correcta, o que su huevo negro, su vejiga de
atún con cocochas o su mújol ahumado con caldo de sus espinas, están para
morirse de ricos. Pero eso ya os lo narrará a fondo un crítico
gastronómico como dios manda, o el TripAdvisor, no yo.
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