miércoles, 19 de septiembre de 2018

BAEZA & RUFETE



        
           Vaya por delante en este artículo que no soy dada a la crítica gastronómica, fundamentalmente por una cuestión de gustos: lo que a mí me transporta al séptimo cielo de los sabores a vosotros puede pareceros la guarrería más grande del mundo, y viceversa. También me horroriza lo de sacarle fotitos a las cosas que como (tampoco  se las saco a lo que… en fin, ya me entendéis). La comida es arte efímero y como tal debe ser etérea, esfumarse, pasar del plato a la boca dejando su impresión sublime e indeleble sólo en las papilas gustativas, no en la retina, que puede ser cosa engañosa. Así que no suelo expresar públicamente mi opinión sobre lo que me gusta o me disgusta en materia de restaurantes (además, que un mal día lo tiene cualquiera, hasta Ferrán Adriá, seguro).

             Pero hoy voy a hacer una excepción y a recomendaros uno que adoro por motivos más allá de los estrictamente culinarios. Se trata del “Baeza&Rufete” y está en la playa de San Juan. Es de lo mejorcito que puede encontrarse en Alicante y desde luego se merecería una estrella Michelín por la originalidad, la textura y el sabor de sus platos, y por el buen hacer de su personal capitaneado por el chef Joaquín Baeza Rufete que siempre recibe a sus clientes como si de amigos íntimos se tratara haciéndoles sentir tan a gusto como en el salón de sus propias casas. Si no tiene ya la dichosa estrellita debe de ser porque sus instalaciones se limitan a un recinto muy pequeño y a una terraza no demasiado grande cubierta por una simple carpa. Tal y como reconocen los propios inspectores de la Guía Michelín en sus reseñas de 2016 es “algo sencillo en sus instalaciones, pues básicamente es una terraza cerrada, pero con un nivel gastronómico sensacional. Cocina alicantina actualizada en técnica y producto”. De hecho, Joaquín fue elegido Mejor Cocinero del Año, 2014, en el Salón Alimentaria de Barcelona.



              Creo que he mencionado que mi simpatía por este lugar nace de razones que trascienden las puramente alimenticias. Me explicaré. Mi marido Enrique, que es una persona maravillosa es al mismo tiempo un ser repleto de achaques y problemas físicos de toda la vida, no necesariamente mortales pero sí muy preocupantes y dolorosos. Por esta razón, ha pasado en innumerables ocasiones por el quirófano y sufrido intervenciones de gravedad variable. La primera vez que fue intervenido, ya hace muchos años, tuvimos la ocurrencia, el mismo día en que debía ingresar en el hospital, de homenajearnos con una comilona en el mejor restaurante que pudimos permitirnos. En esta ocasión elegimos el “Valencia 11”. Ninguno de los dos se lo dijo al otro, pero lo hicimos por si acaso era la última. Y mantuvimos esta costumbre en el tiempo. Justamente hace ahora dos años, concretamente en junio de 2016, el restaurante escogido fue el “Baeza&Rufete”, que ya conocíamos de sobra pero al que quisimos volver para “celebrar” el dudoso evento de su enésima intervención de espalda. Naturalmente no nos defraudó ni entonces ni en ninguna de las incontables veces en las que hemos estado. A este magnífico ágape de “despedida” le siguió la operación y un mes infernal de complicaciones hospitalarias sin cuento hasta que por fin salimos del trance. Y para olvidar la pesadilla, volvimos a las exquisiteces de Joaquín, mi pobre marido con muletas y yo con la moral un tanto maltrecha. Pero al fin y al cabo, pudimos volver. De ahí mi cariño por este establecimiento al que sin duda considero uno de los mejores restaurantes de Alicante y alrededores.

               Podía contaros que su bodega es más que correcta, o que su huevo negro, su vejiga de atún con cocochas o su mújol ahumado con caldo de sus espinas, están para morirse de ricos. Pero eso ya os lo narrará a fondo un crítico gastronómico como dios manda, o el TripAdvisor, no yo.











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