domingo, 19 de noviembre de 2017

RISTORANTE ATELIER CANOVA TADOLINI. Via del Babuino 150/A. ROMA



Si te dejas caer por las escalinatas que descienden por el  Viale D´Annunzzio desde Villa Borghese y el Pincio,  acabas desembocando en la Piazza del Popolo y te das de bruces con un obelisco dedicado a Ramsés II en un entorno netamente neoclásico. Después de recomponer toda la historia del arte que estudiaste en el Bachillerato, es fundamental que emboques junto a la basílica de Santa María di Monte Santo, la Vía del Babuino. Esta calle, que en sus tiempos fue centro de la bohemia artística de Roma,  hoy en día reúne una gran cantidad de tiendas de moda y joyerías de renombre así como algunos outlets de firma y galerías de arte y antigüedades. Recibe el nombre de  Vía del Babuino porque en ella se encuentra la fuente del Babuino que representa a un curioso personaje yacente medio simio, medio humano. Pues justamente ahí, donde está la fontana del Babuino, se encuentra el Café Ristorante MuseoAtelier Canova-Tadolini  que es el sitio que voy a recomendarte en esta entrada. 


Se trata de un edificio restaurado en el que el escultor neoclásico Antonio Canova, gran figura del Rissorgimento, localizó su estudio di uso di scultura en 1818, registrándolo posteriormente a favor de su discípulo favorito Adamo Tadolini. Tras el fallecimiento de Canova en 1822. Sería Tadolini,  su heredero espiritual y artístico, quien continuaría con la obra del maestro con tal celo y perfección que en ocasiones resulta casi imposible diferenciar ambas. Adamo Tadolini pasó a mejor vida en 1868, pero su atelier continuó siendo utilizado por otros escultores de su familia hasta 1967.


Posteriormente, este lugar mágico acabó convirtiéndose en un Café Restaurante Museo en el que se exhiben más de dos siglos de escultura italiana: mármoles, bronces, yesos, terracotas, bustos, estatuas ecuestres, motivos históricos, mitológicos, profanos y religiosos,  abarrotan sus salones, sus salitas, espacios, baños, escaleras y rincones, sin olvidar el taller de escultura propiamente dicho con sus herramientas, bocetos etc. La decoración, el mobiliario, las telas de las paredes, los suelos y techos, el conjunto en general, respeta con detalle un ambiente decadente  fin de siècle encantador.



Menos caro de lo que esperábamos. Incluso hay algún garito seudogüay en Alicante mucho más caro, con peor servicio y sin su clase y magnificencia (vas a comparar la Vía del Babuino con el Portal de Elche). Nos tomamos dos cócteles en la Sala Scipione II por 24 euros y nos pusieron un aperitif que salimos casi cenados. Además, y por el mismo precio, atisbamos de refilón la figura evanescente del fantasma que vive entre las esculturas. No se puede pedir más. Los baños, de lujo neoclásico.



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