Enrique López Gósalbez
No
nos engañemos, en el Principio era el Pelo. Solo tenemos que ver una de esas
películas americanas sobre Neandertales y Cromañones para comprender que si algo diferenciaba sustancialmente a ambas
especies era el pelo. Los Neandertales, aparte de ser unos sujetos malencarados
y primitivos, eran bastante más peludos que los Cromañones. Acordémonos de
Raquel Welch en “Hace un millón de años”. Así que tendréis que convenir conmigo
en que la progresiva pérdida del vello
corporal representa un innegable factor de evolución que ha ido definiendo al
homo sapiens como la especie dominante
sobre el planeta. Cuanto menos pelo, mayor complejidad antropológica. Cuanta
mayor obsesión por mostrar el cuerpo terso y depilado, mayor sofisticación y desarrollo
cultural.
Desde
la noche de los tiempos, varones y mujeres han practicado por muy diferentes
motivos el suplicio depilatorio. Por higiene, ya que es una eficaz manera de
combatir todo tipo de parásitos corporales, por razones religiosas y mágicas
como acto de purificación y ofrenda a los dioses, o simplemente por coquetería
o atractivo erótico, ayudando a liberar al cuerpo de sus formas arcanas, del
secreto de sus pliegues, hendiduras y protuberancias. Para ello, la sabiduría
humana se ha valido de todo tipo de instrumentos, mejunjes y procedimientos
para eliminar los últimos vestigios del mono desnudo que somos. Entre los
egipcios, la depilación poseía un alto valor espiritual siendo obligatoria para
sacerdotes y sacerdotisas en la celebración de sus rituales. Los griegos y
romanos consideraban el cuerpo rasurado como modelo de belleza, juventud e
inocencia. Esta costumbre se encuentra extendida igualmente por toda Asia,
parte de África y en la
América precolombina, y ha persistido a lo largo de toda la
historia de la humanidad. Entonces, ¿qué perdido significado se oculta tras el
misterioso refrán castellano que afirma aquello de que donde hay pelo hay
alegría? ¿Es esa la razón por la que algunas actrices y modelos de hoy en día o
las damas de la CUP, lucen matojo como las jipis y las progres de los setenta?
Necesito que me lo expliquen, plis. Mientras tanto, lean a Camille Paglia.
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