Aunque ya habíamos visitado las Bodegas EnriqueMendoza en 2016 con ocasión de las
jornadas enológicas que suelen hacer todos los años, y ya habíamos disfrutado
con sus vinos y su hospitalidad, no podíamos perder la ocasión de volver de
nuevo para una visita más tranquila y reposada. Merece la pena acercarse a
Alfaz del Pi con una excusa tan estupenda. En esta ocasión fuimos con los
compañero/as del grupo gastrofestivo “Pan Chichi y Priva”, y nos desplazamos en
un microbús (altamente recomendable) para poder disfrutar sin agobios de todas
las maravillas que Pepe Mendoza nos tenía preparadas. Y es que este hombre es
un auténtico crac. Un tío enamorado de su trabajo, un profesional entregado,
audaz, inteligente y con un sentido positivo de la vida. Creativo, natural y
espontáneo. Nos enseñó la bodega de su familia no como se le enseña a un
turista, sino como se le enseña a un amigo, con tiempo, recalando en lo
importante, en el arte, la paciencia y la creatividad del que sabe que tiene un
proyecto y quiere entusiasmar a los que le escuchan. Fue un auténtico viaje por
la historia del vino de Alicante, erudito y apasionante a la vez.
Nos dio a conocer sus nuevos vinos como el que brinda a los demás lo mejor de sí mismo, y vaya que consiguió convertirnos a su fe en el producto de la tierra, de lo que la naturaleza nos ofrece cuando se la entiende y se la cuida. Los vinos tradicionales, enseña de su bodega, extraordinarios como siempre. No tienen desperdicio, desde el más humilde al más señorial: desde el Chardonnay joven, al fermentado, los pinot noir, petit verdot, cabernet, shiraz, etc. El genial SantaRosa, o los Monastrell antológicos, el Estrecho y las Quebradas, hasta los dulces y los moscateles. Los teníamos en esa parte de la memoria que reservamos para el buen vino. Pero tuvimos que ampliar el registro para incorporar una diablura cuya distribución estamos esperando con ansiedad: Los Pepe Mendoza Casa Agrícola, Blanco y Tinto, y el Casa Agrícola Pureza, un vino blanco turbio sin filtrar hecho con uva moscatel que te transporta a los sabores del mediterráneo, a las ánforas de los fenicios, a las flores de la genista y a todo aquello que cantaba Serrat. Pasamos una tarde incomparable, con buena compañía, buen vino, amigos, una merendola por todo lo alto, y sobre todo con la generosidad de Pepe Mendoza y su familia, que nos ofrecieron lo mejor de ellos y que no son sus vinos, sino ellos mismos. Irrepetible.
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