domingo, 19 de noviembre de 2017

DAVID BOWIE: “Life on Mars” ( Hunky Dory. 1971)



Una canción casi perfecta con una historia intrincada. Al final de los 60, le encargaron a Bowie que tradujera al inglés y adaptara el hit de Claude François que triunfaba en Francia: “Comme d´habitude”. Y así lo hizo con la esperanza de que acabara formando parte de su siguiente disco con la casa Decca. Pero, cosas del destino, Paul Anka también se prendó del tema de Claude François y lo adaptó y transformó en “My Way” que, como todos sabemos, grabaría posteriormente Frank Sinatra convirtiéndose en un himno para crooners al borde del abismo climatérico.


Así que Bowie se quedó sin su amado pelotazo francés y bastante mosqueado con lo sucedido, por lo que decidió vengarse “a su manera” (jejeje). Ni corto ni perezoso, dándole al corta y pega, un acorde chulo por aquí, una letra surrealista por allá, un riff molón por acullá, en una mañana y una tarde escribió “Life on Mars”. Después ya fue cosa de contar con Rick Wakeman al teclado y Mick Ronson a la guitarra, algún efecto sample primitivo y un  final apoteósico de timbales a lo Also Sprach Zarathustra.


‘Life on Mars’ se editó como single y fue incluida en su cuarto álbum , “Hunky Dory” (1971). En las notas del disco, figuraba que la canción estaba “inspired by Frankie”.

Para completar, (y sin ningún ánimo de comparar odiosamente) os invito a escuchar la versión de la cantante noruega Aurora Aksnes,  una veinteañera reina del synthpop nórdico. Como podéis comprobar tiene todo el frío encanto de la simplicidad boreal.

 




SIR EDWARD COLEY BURNE-JONES Y LOS PRERRAFAELITAS



Sir EdwardColey Burne-Jones nació el 28 de agosto de 1833,  en Birmingham, Inglaterra. Junto a Dante Gabriel Rossetti, John Everett Millais, William Holman Hunt, Gustave Moreau y otros,  pertenece a la escuela Prerrafaelita o Hermandad Prerrafaelita como les gustaba denominarse. Cronológicamente, esta Hermandad apenas duró como tal más allá de seis o siete años (1848-56),  pero las líneas clave y los principios sustanciales que compartieron sus miembros estuvieron presentes a lo largo de sus carreras. 


Los prerrafaelitas rechazaban la pintura académica imperante en su época y consideraban a Rafael Sanzio, el cúlmen del arte pictórico y a sus antecesores, especialmente a los antiguos maestros italianos y flamencos, como los exclusivos poseedores de los secretos de la luz, el color y la perfección en la línea y el dibujo. Admiraban por su autenticidad a Piero della Francesca, Domenico Ghirlandaio, Andrea Mantegna, Sandro Botticelli, Jan Van Eyck, Rogier Van der Weiden, etc. 


Otra característica de los prerrafaelitas en general, y de Burne-Jones en particular, es su gusto por las escenas mitológicas y legendarias, los mitos clásicos y las leyendas medievales especialmente los mitos artúricos influidos por la lectura de Sir Thomas Malory. Tras la ruptura (más formal que sustancial) de la Hermandad, esta característica definiría al menos temáticamente a los dos grupos escindidos: los partidarios del realismo (John Everett Millais) y los medievalistas (Rosetti , Burne-Jones, Hunt…). 


Es uno de los pintores con mayor prestigio en la Inglaterra del siglo XIX y principios del XX. A su influencia y a la de  los prerrafaelitas se debe la imaginería mitológica y legendaria de las historias de J.R.R. Tolkien, los comics de Hal Foster, o Marion Z. Bradley y sus Nieblas de Avalon y, en general, la de todas las sagas de espada y brujería que pueblan las estanterías de los friquis del mundo.  Falleció en Londres en 1898 sin haber podido ver con sus propios ojos el nacimiento del siglo XX. 







RISTORANTE ATELIER CANOVA TADOLINI. Via del Babuino 150/A. ROMA



Si te dejas caer por las escalinatas que descienden por el  Viale D´Annunzzio desde Villa Borghese y el Pincio,  acabas desembocando en la Piazza del Popolo y te das de bruces con un obelisco dedicado a Ramsés II en un entorno netamente neoclásico. Después de recomponer toda la historia del arte que estudiaste en el Bachillerato, es fundamental que emboques junto a la basílica de Santa María di Monte Santo, la Vía del Babuino. Esta calle, que en sus tiempos fue centro de la bohemia artística de Roma,  hoy en día reúne una gran cantidad de tiendas de moda y joyerías de renombre así como algunos outlets de firma y galerías de arte y antigüedades. Recibe el nombre de  Vía del Babuino porque en ella se encuentra la fuente del Babuino que representa a un curioso personaje yacente medio simio, medio humano. Pues justamente ahí, donde está la fontana del Babuino, se encuentra el Café Ristorante MuseoAtelier Canova-Tadolini  que es el sitio que voy a recomendarte en esta entrada. 


Se trata de un edificio restaurado en el que el escultor neoclásico Antonio Canova, gran figura del Rissorgimento, localizó su estudio di uso di scultura en 1818, registrándolo posteriormente a favor de su discípulo favorito Adamo Tadolini. Tras el fallecimiento de Canova en 1822. Sería Tadolini,  su heredero espiritual y artístico, quien continuaría con la obra del maestro con tal celo y perfección que en ocasiones resulta casi imposible diferenciar ambas. Adamo Tadolini pasó a mejor vida en 1868, pero su atelier continuó siendo utilizado por otros escultores de su familia hasta 1967.


Posteriormente, este lugar mágico acabó convirtiéndose en un Café Restaurante Museo en el que se exhiben más de dos siglos de escultura italiana: mármoles, bronces, yesos, terracotas, bustos, estatuas ecuestres, motivos históricos, mitológicos, profanos y religiosos,  abarrotan sus salones, sus salitas, espacios, baños, escaleras y rincones, sin olvidar el taller de escultura propiamente dicho con sus herramientas, bocetos etc. La decoración, el mobiliario, las telas de las paredes, los suelos y techos, el conjunto en general, respeta con detalle un ambiente decadente  fin de siècle encantador.



Menos caro de lo que esperábamos. Incluso hay algún garito seudogüay en Alicante mucho más caro, con peor servicio y sin su clase y magnificencia (vas a comparar la Vía del Babuino con el Portal de Elche). Nos tomamos dos cócteles en la Sala Scipione II por 24 euros y nos pusieron un aperitif que salimos casi cenados. Además, y por el mismo precio, atisbamos de refilón la figura evanescente del fantasma que vive entre las esculturas. No se puede pedir más. Los baños, de lujo neoclásico.



AMY WINEHOUSE. Our Days Will Come (2011)



       Esta joya que Amy Winehouse rescata del pasado, fue publicada en  su último disco recopilatorio Lioness: Hidden Treasures (2011) y es sin duda un precioso tesoro oculto y un auténtico regalo póstumo para todos nosotros de la reina devastada. Con este cover del tema clásico de Ruby & the Romantics (1963), Amy nos muestra su pertenencia con todo derecho, al club de las más grandes, y como ellas ha tenido que quedarse en el camino, para formar parte de la gloria y el recuerdo imperecedero en el Olimpo del R&B, con Billie, Janis, Whitney…


       La mejor de su generación, sin la menor duda, y la comparación resulta odiosa incluso con este primitivo tema reggae-skatalitico que han intentado recuperar cantantes como Cristina Aguilera o Jamie Cullum y que han embarrancado impunemente por falta de autenticidad o exceso de manierismo. Si hay alguna versión que se aproxima a la de Amy (salvando la original) es la de Klaus Waldeck & Eva Zeebee Engel, por lo que os aconsejo que la escuchéis con cariño. Pero ninguna como Amy y su cadencia arrastrada, su expresividad canalla y su voz y estilo portentoso que la llevaron a ser única entre todas esas borrachas maravillosas que nos dejaron huérfanas y huérfanos de estremecimientos en el alma y el corazón. No se lo tengamos en cuenta.



C DE CONSOLADOR

Enrique López Gosálbez
 
 No sé por qué, pero me sigue chocando sobremanera que en esta época de igualdad de géneros y liberación de la autonomía sexual femenina, se siga denominando a ciertos juguetes eróticos como consoladores.

Tal vez se trate de una de esas manías semánticas cuyos orígenes y referentes tienen mucho de entresijo emocional y poco de sentido práctico. Pero el caso es que, tanto el objeto físico como el concepto que  se agazapa detrás del consolador, despiertan en mí una incomoda desazón, una especie de runrún intelectual como de cosa averiada muy parecido a lo que se siente cuando nos sobran tornillos después de montar un mueble de Ikea. ¿Aquí qué está pasando?, ¿Cuál es la angustiada nostalgia, la dolorosa contrariedad, la melancólica privación que se pretende atenuar por medio de este instrumento?. Porque al fin y al cabo, detrás del consuelo siempre encontramos una insuficiencia. 

El consuelo por definición no sacia, no completa, no cubre la necesidad. El consolador es un sucedáneo que puede mitigar nuestro apetito, pero que, a poco que le exijamos, revela una naturaleza imperfecta y un carácter incompleto de artefacto made in Taiwán que no acaba de satisfacer la carencia para la que fue concebido. Entonces, qué confortación, qué alivio procura este chirimbolo erótico. ¿Consuelo frente a la mecánica solicitud de un falo que llevarse a la vagina?, o más bien ¿consuelo frente a la soledad amorosa?. Quizá por eso en la Edad Media las usuarias de este utensilio doméstico lo customizaban tallando en su empuñadura el rostro y el nombre de su amante. Así se cierra el círculo infernal. Tanto alarde de pene, tanta identificación de la masculinidad hegemónica con el ovacionado pinganillo, para esto. ¿En qué triste situación quedan las supuestas penurias de la ausencia del macho cuando puede ser sustituido por una ínfima porción de su ser? 

Y por si fuera poco, a los tíos no les vibra. Qué hermosa ironía. BRRRRRR